Lun. Jun 5th, 2023

Otra de las grandes historias de Alcalá de Henares es la llegada de un batallón de infantería de ciclistas en tiempos de la II República. Con Don Manuel Azaña de Alcalá como Presidente del Gobierno, esta fuerza militar llegó a la ciudad de Alcalá de Henares para contener el vandalismo de una pequeña parte de la población con motivo de la celebración de la victoria electoral del Frente Popular en nuestra ciudad.

Pedalada a Pedalada salva este capítulo de nuestra historia con un texto de Carlos Bardo del que os ofrecemos un extenso extracto a continuación:

Asociamos la bicicleta con el pacífico, entre otras cosas quizás porque en este país su fabricación nació de la reconversión de una parte de la industria bélica, casi no hay datos sobre las funciones que cumplió en la guerra. La gente tiende a pensar en su uso diario, aunque hace tiempo que se ha convertido en un vehículo considerado por el Ejército para alcanzar una posición ventajosa y adelantarse en terrenos disputados.

Como te compartimos en aquel entonces, los anales de la bicicleta comenzaron en esta ciudad con las Ferias y Fiestas de finales del siglo XIX. Décadas después, hace ahora 84 años, el Batallón Ciclista Palencia se traslada a Alcalá de Henares. Este hecho hizo que fuera la principal guarnición militar desde las semanas previas al levantamiento militar de julio de 1936 hasta su desenlace. Una primera historia en la que se disputaron las carreras y una segunda marcada por el arrepentimiento.

Antes de entrar en harina, queremos agradecer al Instituto Complutense de Estudios, a la Fundación Saber.es ya la Asociación Amigos de Valdeolea. Sin los respectivos esfuerzos de concientización, esta publicación no hubiera sido posible. Las crónicas de Alcalá y León van acompañadas de material gráfico inédito de la entidad cántabra. Reliquias del pasado.

Historia de la infantería ciclista

La historia de la infantería ciclista comienza a finales del siglo XIX cuando se empezaron a desarrollar importantes mejoras tecnológicas como la resistencia neumática. Se han realizado numerosos experimentos para determinar el papel que podrían desempeñar las bicicletas y los ciclistas dentro de las unidades militares.

En cierta medida, los ciclistas pasaron a desempeñar funciones propias de las unidades montadas, en particular las de mensajero y explorador. Los soldados de estos batallones podían recorrer decenas de kilómetros a lomos de sus bicicletas, siguiendo a los oficiales motorizados.

El batallón de infantería de ciclistas en Palencia (mayo 1931 – mayo 1936)

En virtud de la reorganización del Ejército decretada el 25 de mayo de 1931, durante el gobierno provisional de la II República, siendo Ministro de Guerra Manuel Azaña, de Alcalá, «las unidades de infantería ciclista adscritas a las divisiones y compañías de ametralladoras de la antiaérea formará un batallón a cargo del arma de infantería”.

El Batallón de Ciclistas se adjudica la ciudad de Palencia como guarnición, está formado inicialmente por efectivos que componían el Batallón de Cazadores de Montaña «Fuerteventura nº 10», trasladado desde La Granja (Segovia). El mando está asignado al Teniente Coronel Primitivo Peire.

Las bicicletas de varias unidades militares de infantería se movilizan al servicio de los fusileros. Asimismo, se envían a la ciudad diversos vehículos de motor, unos para los comandantes y otros para el transporte de impedimenta, que es el equipaje que suele transportar tropas y que entorpece la velocidad de las marchas y operaciones, como ametralladoras, morteros y otros materiales. herramientas y suministros necesarios.

Si bien se pretendía poner en funcionamiento un Escuadrón de Caballería con una sección de armas automáticas y una sección de infantería ciclista dentro de cada una de las ocho divisiones orgánicas distribuidas por el territorio nacional, este Batallón de Ciclistas destacado en el cuartel de Carrión va a ser el único funcionamiento en los años de la 2ª República, perteneciente a la 7ª División Orgánica.

84 años del traslado del Batallón Ciclista Palencia a Alcalá de Henares

En esta publicación se puede leer la cronología del departamento de infantería ciclista, ambos experimentales y bien equipados para la época, el único de estos elementos activo durante la II República.

Presente en maniobras militares, partícipe de desastres naturales, represor en la Revolución de 1934 y principal guarnición militar de nuestra ciudad desde las semanas previas al levantamiento militar de julio de 1936 hasta su desenlace.

Foto cortesía de AVAL (Associazione Amici della Valdeolea) para Pedalada a Pedalada

Llegada a Alcalá de Henares, sublevación y disolución (mayo-julio de 1936)

En la tercera semana de mayo de 1936 son destinados de urgencia a Alcalá de Henares, finalizando su periplo hacia el norte de tierras castellanas pocos días después de sus cinco años de existencia.

Y es que, formado el gobierno tras la victoria del Frente Popular en febrero de 1936, en Alcalá de Henares hay manifestaciones generadas por los festejos de la victoria electoral.

Algunos manifestantes tratan de imponer su fuerza como turba, provocan vandalismo y algunos salen a las puertas de la prisión con el objetivo de liberar a los presos políticos para la Revolución de 1934.

Aquí comienza el ambiente tenso de la ciudad, que, como en muchos municipios de España, se calienta durante la primavera. El caso de Alcalá tiene amplias repercusiones, produciéndose el hecho definitorio por altercados entre la multitud y los oficiales de caballería destacados en el cuartel de la plaza de San Diego. Este clima de confrontación llevó al Ministerio de la Guerra a decidir el traslado urgente de los regimientos de caballería, sustituidos el 20 de mayo por el Batallón de Zapadores Mineros de Salamanca nº7 y el Batallón Ciclista de Palencia.

El Batallón de Ciclistas se convierte así en el principal contingente local con 900 soldados, formado por cinco compañías de fusileros y tres de ametralladoras. Puedes consultar la organización y el personal, así como el suministro de armas, municiones y material. El cuartel del príncipe vio llegar una unidad tan experimental como bien dotada durante el quinquenio republicano.

El destino de Alcalá de Henares y Azaña aún se cruza, mientras que en la decisión del ministro Santiago Casares Quiroga se tiene en cuenta su cargo, siendo elegidos tenientes coroneles al frente de los dos nuevos batallones acuartelados de probada lealtad a la República. Esta decisión supone, como cuenta Pilar Lledó en el libro “Alcalá en Guerra” que “el cambio de guarniciones militares provocó la interrupción de los contactos establecidos por algunos militantes de la derecha de Alcalá y oficiales de los regimientos de caballería para una posible sublevación”.

El 18 de julio, el gobierno ordena el acuartelamiento de todas las tropas peninsulares cuando el ejército se subleva en el protectorado español de Marruecos. El día 19 estalló la insurrección en la península. El régimen republicano resiste en Madrid, mientras que en Alcalá los hechos se hacen esperar hasta la mañana siguiente.

Los comandantes de los batallones de ciclistas y zapadores habían recibido la orden del Gobierno de desplazarse a Somosierra para ayudar a frenar el avance de las tropas rebeldes hacia Madrid. La situación de los batallones de Alcalá es fundamental para defender una posible vía de acceso a la capital, como es la carretera de Burgos desde su confluencia con la ciudad de Cobeña.

Intentan iniciar la operación, hasta que una parte de la oficialidad se subleva, disparando con los tenientes coroneles, reduciéndolos y tomando el mando.

Se desobedece Madrid y se declara el estado de guerra. Sin embargo, el mantenimiento de las pretensiones golpistas tendrá desde el principio varios condicionantes, como apunta Lledó: «Dos hechos fundamentales caracterizan la revuelta militar en Alcalá: la desconexión con la revuelta en el resto del país y la falta de apoyo de grupos civiles justo en el momento de la ocupación de la ciudad”.

Él tropas rebeldes Ocupan las principales calles del casco urbano y centros administrativos, equipando sus puntos más altos con ametralladoras. El objetivo de la revuelta es resistir el asedio republicano durante el tiempo necesario para recibir una hipotética ayuda. Las bicicletas están aparcadas, lejos de los fusiles, presuntamente requisadas por el ejército republicano para realizar posibles exploraciones, trabajos de correo o para ser incluidas en contingentes de otras unidades ciclistas creadas a partir del otoño de 1936, que fue su apogeo.

El ataque republicano llega por tierra y por aire, mientras que el aeródromo municipal está en manos de mandos leales a la República, una ventaja estratégica puesta en práctica a través de la propaganda y los bombardeos. Además, una nutrida columna enviada desde Madrid se somete a la defensa de la ciudad, que se rinde al día siguiente tras presentar poca resistencia.

Una parte de los batallones de Alcalá había decidido desertar. Aquellos soldados que pudieran acreditar su afiliación a una organización del Frente Popular fueron readmitidos en las tropas republicanas.

En fechas posteriores se lleva a cabo un juicio sumario con penas de muerte para algunos miembros rebeldes de la burocracia, para otros la pena de cadena perpetua. El destino del Batallón Ciclista es similar al de cualquier unidad del ejército existente hasta que el golpe militar se disuelve inmediatamente, lo que es contrario al del bando rebelde.